AMON
POR RICARDO MEYER
El Tiempo galopa al compás del tic tac de
su pútrida consciencia, amparado únicamente por esa luz que trato de encontrar.
En mis escasos intentos de lograr ver que se haya más allá de la barrera de las
esquinas, contacté con el Dr. Schwarz en secreto y mediante una sobredosis de
morfina logré vislumbrarme el paseo del Sueño en un abismo ignoto e
incognoscible, antaño custodiado por el Culto Chorazos, era un sueño, sin lugar
a duda, pero era un paso efímero por el Sueño eterno, que es la Muerte.
Entonces, en medio del Abismo oía como eran proferidos los lamentos de A’arab
Zaraq, quien enviaba a los cuervos de la dispersión a la mente de los débiles
mendigos de la consciencia: “Yh'nak'hu Ia'Y-Azv Yr Nhhgr Iä”
¿Fue real? ¿Surqué yo mismo en la libertad
de la consciencia el Abismo del Da’at en el Dylath-Leen? ¿Logré entablar
dialogo con ‘Umr-At-Tawil y cruzar más allá del umbral de Thoth? La efigie de
plata no estaba y en mi habitación encontré un sinfín de manuscritos, unos
galimatías que seguramente escribí en trance. Sin embargo, al tratar de
recordar a aquel que me había ayudado a lograr esta travesía, al Dr. Hans
Schwarz, un fuerte dolor de cabeza venía a mi mente acompañada de un vago
recuerdo de sus ojos grises quienes con la mirada fría del teutón me murmuraban
como advertencia el lema “Vetus quomodo sanies signeficatur Tacita deficta” y
cuando raya el alba aun puedo oír su nombre proferido por los cuervos de la
dispersión…AMON.