Amon

 AMON

POR RICARDO MEYER


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     El Tiempo galopa al compás del tic tac de su pútrida consciencia, amparado únicamente por esa luz que trato de encontrar. En mis escasos intentos de lograr ver que se haya más allá de la barrera de las esquinas, contacté con el Dr. Schwarz en secreto y mediante una sobredosis de morfina logré vislumbrarme el paseo del Sueño en un abismo ignoto e incognoscible, antaño custodiado por el Culto Chorazos, era un sueño, sin lugar a duda, pero era un paso efímero por el Sueño eterno, que es la Muerte. Entonces, en medio del Abismo oía como eran proferidos los lamentos de A’arab Zaraq, quien enviaba a los cuervos de la dispersión a la mente de los débiles mendigos de la consciencia: “Yh'nak'hu Ia'Y-Azv Yr Nhhgr Iä”

     No recuerdo cuanto tiempo pasó, pero no tarde en sentir la presencia del Señor de las Puertas Entre Los Mundos, quien no es otro que La Llave y la Puerta, Yog-Sothoth, dios de las tinieblas. Al mostrarle el crucifijo de plata que el Dr. Schwarz me había entregado me permitió elevarme más allá del abismo, bifurcando Venus cerca de las estrellas negras del Aldebarán. Un sinfín de imágenes que evocaban miles de conceptos que a su vez eran miles de palabras se proyectaban en el firmamento de forma lúcida, rememorando así los fragmentos de mi Vida. Dieron las tres y media cuando volví a mi mismo y me encontraba en medio de la gente del pueblo y noté como estos intentaban sujetarme en lo que llegaba la Guardia Civil. No supe nada del Dr. Schwarz, ni de su paradero, pero su teoría sobre la efigie de plata era cierta. La Guardia Civil, quienes ya conocían de mis desordenes, me llevaron a casa mientras yo trataba de asimilar lo que había vivido.

     ¿Fue real? ¿Surqué yo mismo en la libertad de la consciencia el Abismo del Da’at en el Dylath-Leen? ¿Logré entablar dialogo con ‘Umr-At-Tawil y cruzar más allá del umbral de Thoth? La efigie de plata no estaba y en mi habitación encontré un sinfín de manuscritos, unos galimatías que seguramente escribí en trance. Sin embargo, al tratar de recordar a aquel que me había ayudado a lograr esta travesía, al Dr. Hans Schwarz, un fuerte dolor de cabeza venía a mi mente acompañada de un vago recuerdo de sus ojos grises quienes con la mirada fría del teutón me murmuraban como advertencia el lema “Vetus quomodo sanies signeficatur Tacita deficta” y cuando raya el alba aun puedo oír su nombre proferido por los cuervos de la dispersión…AMON.