El coleccionista de pieles

 

 EL COLECCIONISTA DE PIELES

POR RICARDO MEYER



¿Con qué objeto me instruí yo en todos los ramos de los conocimientos humanos, me ensayé en todas las artes, no poseyendo una encantadora mujercita?
 

Leopold von Sacher-Masoch, “La venus de las pieles”



     Todo parecía marchar según lo planeado, y de hecho, así era. Sin embargo, lo observaba con odio mientras él se enfundaba en el traje que pertenecía a la adolescente de la noche anterior. Yo, por mi parte, me veía obligado a usar el atuendo de un maldito gato, ya que el del infante resultaba demasiado estrecho para mi comodidad. Aunque disfrutaba de la extrañeza de la situación, era incómodo para lo que estábamos a punto de hacer. Este desgraciado tenía una colección impresionante de trajes; a diferencia de mí, que prefería las esculturas y los muebles, él demostraba su devoción al arte de una manera diferente, aunque compartiéramos la misma falta de discriminación cuando se trataba de nuestras creaciones.

     Con nuestros disfraces ajustados, noté cómo la piel de la adolescente se ajustaba mejor a mi amigo. Aquello me complació en cierta medida.

     Iniciamos nuestro macabro recorrido, dispuestos a recoger golosinas junto con los demás niños en esa fría noche de Halloween. Era sumamente satisfactorio ir de casa en casa, observar a toda clase de personas: ancianas (ya sabes cuánto me fascinan), padres de familia, niños y convalecientes.

     Al llegar a nuestro escondite, arrojamos los dulces sobre la mesa y nos lanzamos sobre ellos, mi amigo y yo, sumiéndonos en el éxtasis de la carne. Pero esa noche, anhelábamos algo más que los sabores dulces de los caramelos. Buscábamos algo empalagoso, algo agridulce, algo que trascendiera los placeres comunes de la carne.



El Pozo de Pilatos

 

EL POZO DE PILATOS

POR RICARDO MEYER

 


El demonio no es tan negro como es pintado.

Dante Alighieri

 

     Confíe y lavó sus estigmas en mi huerto que aún no maduraba, y de esa conjunción majestuosa emergieron ellos. El agua de Pilatos fluía por el vientre del Choronzon mientras innumerables lepidópteros se desplegaban en el Orbe del Pontífice. Entre ellos, una mariposa azul, tras fornicar con la violeta, fecundó al Gran Maestro Therion. Crucificamos a Cristo y con cuidado removimos los clavos que lo mantenían cruelmente adherido al trozo de madera, para volverlo a crucificar con las astas y ampones de los miles de lepidópteros, observando cómo los hongos se esparcían por su carne muerta y pútrida.

     Una vez más, no había perdón para la humanidad, pero el perdón no puede existir si no se busca. Conocíamos las consecuencias de nuestras acciones, cansados del Nazareno, abrimos las puertas a la Gran Ramera, a la Mujer Escarlata, a aquella que es referenciada en el Liber 59. Abrimos las Puertas a BABALON, sin esperanza ni buscando la redención.


FIN

Tanatofobia

 TANATOFOBIA

POR RICARDO MEYER

 

 

El hombre loco es un soñador despierto

Sigmund Freud

 

 

     Morí, pero aquel que conoce los arcanos de la Vida y Sueño sabrá que, si recibí la pulsión de Tánatos, habré llegado con Oniros, mas no si es el caso de una muerta violenta. Y aun así con todo eso, sigo acá, en Las Tierras de la Vigilia. Mis parpados, no tengo, no tengo ni un solo pedazo de piel, solo mis músculos, mis fibras, mi carne, pero al menos puedo palpar el sabor de un cigarro. Tuve que removerme la piel porque al estar muerto ya me estaba pudriendo y no soportaba las moscas, por alguna razón no se sienten atraídas a mi carne, quizá porque no está putrefacta y porque las venas siguen bombeando sangre, no así mi piel, mi piel estaba muerta, necesitaba mudarla o directamente extirparla, algo como las serpientes.

     Y en tanto Tánatos, cuya mitad de la cabeza estaba horridamente cercenada, dejando a la vista músculos y fibras del cráneo, buscaba arrebatarme la pulsión. Fue entonces que una extraña luz se manifestó en su rostro putrefacto, irradiando desde detrás de mí. Tan grande fue el terror de este ser primigenio, él mismo personificando la muerte, que se vio obligado a retroceder. El halo de luz se posó sobre mí, consumiéndome, mientras susurraba: "Vive"





Más allá de la cuarta pared

 MÁS ALLÁ DE LA CUARTA PARED

POR RICARDO MEYER

 

 

Los hombres de más amplia mentalidad saben que no hay una distinción clara entre lo real y lo irreal; que todas las cosas parecen lo que parecen sólo en virtud de los delicados instrumentos psíquicos y mentales de cada individuo, merced a los cuales llegamos a conocerlos; pero el prosaico materialismo de la mayoría condena como locura los destellos de clarividencia que traspasan el velo común del claro empirismo.

Howard Phillips Lovecraft.

 

 

     Era la madrugada del 31 de diciembre de 2023. Como sabrán, soy un escritor del movimiento llamado “weird fiction”, a ese que pertenecieron los difuntos H.P.L. o Robert E. Howard o Klarkash-Ton…pero también soy poeta y un sinfín de cosas que involucran lo literario, pero, sobre todo, soy persona y como toda persona, tengo un pasado.

     Me refugié en la cuarta pared, en la “weird fiction”, escribiendo sobre sectas, cultos, investigaciones federales porque de alguna forma hacía una catarsis de toda la mierda que viví. Era 31 de diciembre de 2023.

     En mi cumpleaños número veintidós, el 21 de Junio de 2001, decidí dejar de lado todo lo involucrado al ocultismo y a la superstición, vendiendo mis libros importados de todo el mundo por 600 dólares, quedándome solo con la copia del “Golden Dawn” de Israel Regardie, la séptima edición, que planeo donar a la Universidad Austral de Chile ya que encuentro que será un texto de utilidad.

     Cinco meses pasaron, los famosos “hace cinco meses” que tanto me habrán escuchado mis colegas literatos y de pronto, así como he hablado de Hipnos y Tánatos y de como la muerte llega en sueño y sus paralelismos al ser ellos gémelos y la diferencia entre una muerta violenta y, bueno, me estoy desviando. Es tan simple como esto, la noche más oscura, es la última noche del año. Son cuatro ciclos, cuatro estaciones, cada una con eventos diferentes según el país o hemisferio, y todos afectan de alguna forma a nuestra especie. Incluso Halloween o cualquier festividad de sus respectivos países…notarán que genera un impacto diverso en la sociedad, eso por las ondas electromagnéticas de la Tierra, pero me estoy yendo por las ramas. Tan simple como que, el fin de año, el año nuevo, me pegó muy fuerte.

     Hice muchas cosas, a mi manera, escribir, leer, saltar, bailar, boxear, para finalmente caer dormido y cuando “desperté” creí que había muerto y que estaba en el paraíso. Deambulé por todos lados con un crucifijo, sí, un crucifijo, ya que yo soy católico y eso nunca lo he renegado ni renegaré. Todo esto además de lo fuerte que me pegó el fin de año, era producto de que me encuentro en un tratamiento para dejar la benzodiacepina. Seguí dando vueltas por mi jardín, con el crucifijo en la mano, de pronto sentía dolores musculares, pensé que estaban tocando mi cuerpo, de pronto veo una mosca y pienso “me estoy pudriendo” y de pronto, recordé a mi madre, pensé mucho en mi madre.

     Recordé todo el daño que nos habían hecho nuestros vecinos y, como yo creí que estaba muerto, pensé que era un fantasma y podía ir a asustarlos por todas las penas que les hice pasar a mi madre. Para hacerla simple, volví a la realidad cuando el vecino me estaba apuntando con un rifle. Gracias a Dios no le hice daño a nadie, ya que la policía llegó y la ambulancia también, ellos saben el tratamiento que estoy llevando por dejar las benzodiacepinas y, en cuanto a mis vecinos, ellos son los protagonistas del relato “PIG”. No rompí nada ni les hice daño, era como un yonqui dando vueltas por el vecindario, pero ellos…bueno…son los típicos campesinos ignorantes que abundan en el sur. Sea como sea, ahora nos tenemos que mudar y de todas formas, quien no querría mudarse si porque de pronto te pasas de copas en año nuevo te terminan apuntando con un rifle en el patio de tu casa.

 

FIN.

 

El Lenguaje de los Malditos (poema)

EL LENGUAJE DE LOS MALDITOS

POR RICARDO MEYER

 

Dedicado a Calígula, y a Félix,

Alejandro Magno, Eximeno,

A Domingo y a todos los malditos.

 

Tosco inmundo del Mongol cuya aparición realiza cual ave en un andén
De un tren desenfrenado, lleno de putas y vagos, destinado a estrellarse en el Hades
Mientras Tántalo intenta alcanzar con su lengua la miel del Emperador,
Calígula se caga en su boca y veinte sicarios son enviados,
Como esa ave que estrelló en el tren de El Fin, para anunciar un mensaje
Un mensaje desde El Fin, pero que no anuncia el fin.

 

Troyano espera eximenamente la batalla, mientras el otro viejo se queda en Compostela
Jugando con dados, cartas y todo lo que los gitanos trajeron de Bohemia
El viejo de Santiago se queda viendo sus mapas, y en ellos ve a Alejandro Magno
Que va cabalgando con cuatro jinetes, que van espolvoreando la esencia del Viejo Mundo,
El Vinum Sabbati es excretado por los caballos de los jinetes, impactando con las monjas
Y una abadesa triforme envía su carta de expiación a Calígula.

 

Calígula se encuentra triste, pues su amado no ha llegado y el vino se está acabando,
Pero tal como lo dijo Calígula, a él vino no le falta por lo tanto nunca le faltarán amantes,
El Noctámbulo observa, dice ser un maldito, y lo es,
Mas no maldice, no maldice, porque sabe que el día que maldiga
No va a poder brindar ni fornicar en las orgías con Calígula

 

Los malditos se reúnen en un círculo noctuario, cantando versos al aire
Versos que se pierden en la red de arañas y putas tan falsas como el beso de mi madre
La madre que nos parió, que no se protegió y por eso hoy en día
Cuiden su lengua, antes que los malditos los maldigan.




Ecce Homo

 ECCE HOMO

POR RICARDO MEYER


“Los sueños son el espíritu de la realidad con las formas de la mentira”.

Gustavo Adolfo Bécquer




Fue en el preciso instante en que el filo del rifle apuntaba directamente hacia mí cuando la ilusión de Cristo se desmoronó. Él, furioso, me arrojó al suelo y procedió a interrogarme con una vehemencia casi amenazante. Mis respuestas eran simples verdades, pero su inquisición se volvía más aguda con cada palabra pronunciada. Me forzaron a levantarme, aunque mi cuerpo protestara, sugiriendo que preferiría ser llevado en brazos hasta mi madre. Sin embargo, insistieron en que cargara con el peso de mi propia cruz, una carga formada por las transgresiones de mis fantasías y sueños de amor.

Al llegar a casa, mi madre me recibió con total desconcierto, incapaz de comprender lo sucedido, como debía ser. Pero aquel día, cuando la mirada de Cristo se cruzó con la mía y se burló de mis creencias, cuando me hizo creer que mi existencia había sido guiada hacia una comprensión única del mundo, me di cuenta de la cruel ironía. Entre todos sus supuestos hermanos, yo creía ser el elegido, el más especial. Sin embargo, descubrí que la especialidad, en pleno siglo XXI, equivalía a ser tildado de retrasado mental.

En ese momento, la macabra broma surgió de los labios del vástago de un ser omnipotente, pero ciego y torpe, un dios que no podíamos culpar por las atrocidades del mundo, pues sería como culpar a un insensato por alguna estupidez. Dios, en su torpeza, ceguera e idiotez, me había creado a su imagen y semejanza, al igual que a muchos otros, pero no a todos. No todos son hijos de Azathoth.

Khristos (poema)

  KHRISTOS

RICARDO MEYER


Con tu boca que al palparla me unge con la hiel de la diosa más pura,
Mi alma se humedece y me doy ahí cuenta que sigo siendo un niño,
Un niño tocado por la Verdad.

Y cuando la verdad se disipa entre el fuego y la niebla del Mongol,
Realizo que aquel niño no era más que una ilusión, una mentira,
Que no era más que un Samsara de los retardados.

Y porque Cristo vio mi alma desnuda y yo al verlo no lo reconocía,

Estaba tan obeso por la mierda y mentiras que se ha tragado tras siglos
Y aun con todo me miro y me dijo que me levantase
Al levantarme no lo vi más, lo busqué en todos lados, busqué a ese Cristo, al verdader
Al que habló a mi corazón, con desnuda sinceridad y, cuando lo encontré
Me vi con un rifle apuntando a mi cabeza y me di cuenta que estaba loco.

Mi mente usó textos como aposentos y en ellos no encontró más que la Verdad,
Pero al esparcirla por las masas solo vieron fantasías y delirios
Y es que la Verdad para mí, no era más que un Sueño
Los sueños sueños son, decía Calderón de la Barca,
pero los míos eran el eco de una pesadilla interminable.


Hain

 HAIN

POR RICARDO MEYER

 

 

"Fueron melancólicos testigos del fin de su pueblo, de cómo su cultura y su lengua se hundían en el olvido”.

 

Anne Chapman.

 

 

* * *

 

     Me encuentro en los confines de Tierra del Fuego, en la era de los hombres, donde los vástagos del Sultán persiguen a los vástagos de Ghisguth. Soy un hijo de Ghisguth. Ante mis ojos, presencio a mi pueblo siendo acosado por los herederos de Crom y Helén, descendientes de incontables generaciones. Madre está frente a mí, junto a mi hermano. Pnakotus se despliega ante mí mientras continúo explorando su vasta biblioteca.

     En las sombras de la ciudad, mi Padre se desangra, entregándome la daga que estaba destinada a ser heredada cuando me convirtiera en hombre. Una reliquia ancestral, la Daga de las Profundidades, sepultada por los Hombres Serpiente en las heladas aguas de Estigia. En mi huida de los cazadores, proyectiles de pólvora resuenan en el aire, hiriéndome y haciendo que mi sangre se mezcle con el frío suelo.

     Entiendo el Misterio.

     En las Ruinas de los howenh, mientras me desangro y lloro, entiendo ahora mi naturaleza selk’nam. Con la Daga de las Profundidades en mis manos, alcanzo el Corazón de las Profundidades y la entierro en la tierra sagrada. Un entendimiento cósmico se despierta en mí, y la esencia de Leng, oscura y corrosiva, se expande por las Ruinas.


     Soy un selk’nam, mi forma se ve envuelta en la materia negra, paralizandome hasta que toca mi pupila. En Pnakotus, consulto los antiguos tomos, descubro la clave para abrir la bóveda cósmica. Escribo el Manuscrito del Misterio de las Profundidades y lo deposito en las bibliotecas interdimensionales, destinado a ser descubierto por aquellos navegantes que, en la era de la caída de la Tierra del Sol Poniente, sucumbirán ante El Caos Reptante.

      Sigo mi vagar en la inmutabilidad del Cosmos, desde las sombras donde el velo del Tiempo y el Espacio no alcanzan. Por siempre y para siempre, porque no hay fin en los Tiempos.

 

 

Réquiem (poema)

 RÉQUIEM

RICARDO MEYER

Si la muerte, flor benedicta, que tan cerca siento,
llegase a tocar mi alma, tal cual Sueño,
a Tánatos miraré y con mi pulso impío proclamaré:
"¡No hay causa justa como tal ante la iniquidad del Kháos!"

En el Hades, antaño mi Maestro esperará con su ponzoña,
Caronte me advertirá, pues he sido un proscrito digno,
Lo que pasó en Babilonia, no me carcomerá, incluso siento,
Que hasta ver al Tártaro me brindará paz.

Junto con Nerón y Tántalo nos sumergiremos,
en el fuego del Gehena y de nuestras transgresiones,
por eones, estaremos bañados del esperma de la vida,
de Aquel que corrompió nuestro ministerio.

Y cuando llegue el momento en el que la Muerte encuentre su fin,
Impasible estaré, totalmente corrompido por el veneno de la indulgencia,
Y si por designio de las Moiras termino en otro lado,
No me arrepiento de mi blasfemia ni de ningún pecado.


Los Heraldos de la Penitencia (versión inédita)

 LOS HERALDOS DE LA PENITENCIA

POR RICARDO MEYER


* * *


“Él espera detrás de la pared, en un palacio de cristal torturado, servido por legiones forjadas a partir de las lágrimas de los muertos sin descanso, vestidos con armaduras talladas en el sufrimiento de las madres”.






     En las más tenebrosas profundidades de Andalucía, donde el aire se torna espeso y los susurros se adhieren como garras en la noche, se despliega un paisaje infernal que da voz a relatos de terror. Los murmullos, envueltos en un aura de tinieblas y depravación, tejen la siniestra historia de un culto ancestral que se arrastra desde los tiempos remotos del Al-Andalus. Este execrable culto, referido en los textos más antiguos como “Los Erealdos de la Penitensia”, se alza como un puente entre la corrupción y lo mundano, envuelto en un manto lúgubre que exhibe cicatrices como trofeos de un honor macabro.

     La leyenda, tejida entre los hilos de la condenación, desvela que estos cultistas, adoradores del dolor, se congregan en la clandestinidad, como almas malditas, para proteger y difundir un evangelio blasfemo. Sus palabras impías proclaman que solo a través de la sumisión a un sufrimiento desgarrador se alcanza una apoteosis maldita y se fusiona con el absoluto: el Baffometo, una deidad oculta y retorcida custodiada por los gitanos y moros de la peor estirpe, en los corazones mismos de los hijos de la abominación.

     Las enseñanzas oscuras del evangelio de la penitencia desvelan una verdad desconcertante: las religiones mismas son un cruel bulo, una creación corrupta forjada por el orgullo, el odio y la ambición de fariseos hipócritas. Niegan que algún hijo divino se comunique a través de impostores y dogmas sin valor. Solo ellos, los hijos de la abominación, atesoran el conocimiento prohibido que descorre un velo hacia dominios más allá del que se oculta tras el muro, permitiendo la comunión con los siete cielos de lo profano.

     La doctrina del dolor, revelada por el desdichado Apóstol Hasim ibn Qādis, describe tormentos inenarrables que flagelaron al autor del Kitab Al-Azif durante su vida. A través de un sufrimiento incesante, accedió a planos abismales de conciencia, fusionándose con los nombres prohibidos de Allah. Estas enseñanzas heréticas, una amalgama tenebrosa que entrelaza el cristianismo ibérico, el sabateísmo y los senderos oscuros del sufismo, se propagaron como una plaga en la península Ibérica bajo la macabra tutela de Hasim el torturado.

     En el presente, Los Heraldos acechan en las sombras, ocultos tras máscaras de normalidad. Se disfrazan como guardianes, protegiendo un oscuro secreto que yace enterrado en pasajes olvidados de historias del Templo de Salomón, descubierto por los mismos templarios en épocas gloriosas. Sin embargo, su aparente protección a la comunidad de Cádiz no es más que un velo siniestro, impuesto mediante métodos perversos y cuestionables.

     Bajo la apariencia de festividades inocentes, los carnavales, se oculta un rito inquietante y demoníaco. Durante estas ceremonias aterradoras, la esencia vital de los andaluces, la quintaesencia misma de la vida es extraída en un macabro festín para alimentar las profundidades de la maldad. Los Heraldos, en su despiadada sed de poder y dominación, han perfeccionado un arte oscuro que desgarra los velos de la existencia y desencadena un frenesí impío.

      En los pasajes secretos del submundo, debajo de las calles empedradas de Cádiz, se erigen cámaras abismales, saturadas de tinieblas y podredumbre. En el corazón de estas cámaras, una hueste de Heraldos se reúne, sus rostros ocultos tras máscaras grotescas que reflejan la desfiguración de sus almas retorcidas. Con herramientas ennegrecidas por siglos de práctica nefasta, perforan el tejido de la realidad y extraen la vitalidad humana, el mítico aqua vitae, con una precisión cruel usando un infalible método herencia del alquimista Geber.

     Gritos agonizantes resuenan en el aire enrarecido mientras los cuerpos de los incautos andaluces, atrapados en una danza de horror, son despojados de su esencia vital. Sus almas, ahora vacías y desgarradas, son ofrecidas como tributo en el abismo devorador. Allí, en las profundidades más oscuras, una entidad primordial, una abominación que ansía alimentarse de la pureza corrompida, espera con sus siete bocas para devorar las esencias robadas.

      El éxtasis perverso se apodera de los Heraldos mientras se regodean en la energía vital que fluye en sus manos manchadas de almas inocentes. Las fuerzas de lo profano se agitan y los rituales de penitencia y tormento se intensifican. Látigos crujientes y afilados instrumentos de tortura se convierten en sus herramientas, mientras las víctimas, son sometidas a un sufrimiento inimaginable. Los gritos de angustia se entrelazan con las risas malignas de aquellos que se deleitan en la desesperación ajena.

      El festín de la maldad alcanza su punto culminante cuando las esencias vitales, teñidas de una oscuridad indescriptible, son vertidas en las profundidades del abismo. Él, de las Siete Bocas, se alimenta de esta sustancia impía, su poder oscuro va aumentando con cada gota. Las sombras se retuercen y los Heraldos, embriagados por la gloria siniestra, se regocijan mientras las puertas de la perdición se abren aún más, amenazando con desatar el caos y la desolación sobre el mundo conocido.

      En los días posteriores al carnaval, los andaluces que han sido despojados de su esencia vital, meras cáscaras de su antigua existencia deambulan como sombras en las calles, sus miradas vacías reflejan el horror al que han sido sometidos. Sus voces, ahora susurros huecos y agonizantes, advierten a los desprevenidos de los horrores que acechan tras las máscaras festivas y las sonrisas falsas.

      Así perdura el rito inquietante y demoníaco, oculto entre las risas y la algarabía de los carnavales, una pesadilla sin fin que consume la esencia misma de la vida y exalta los placeres oscuros de la destrucción. Los Heraldos, embriagados por su poder blasfemo, esperan pacientemente el próximo carnaval, cuando el ciclo macabro se repetirá una vez más, engendrando un horror en el corazón de aquellos que se atrevan a presenciarlo.

      En este credo oscuro, el dolor y el sufrimiento son considerados obsequios macabros de una divinidad retorcida, una entidad cósmica que acecha y espera tras la pared. Cada tormento infligido, cada agonía soportada, es un tributo sanguinario que se ofrece a esta deidad impía. Sus devotos, verdugos enmascarados de su propia humanidad, se convierten en instrumentos del horror, guiados por la seducción de la oscuridad primigenia.

     El dolor se convierte en el vínculo profano que une a los creyentes con las dimensiones prohibidas. Como una llave en manos de la condenación, el sufrimiento desbloquea las puertas a través de las cuales las aberraciones cósmicas se filtran hacia nuestro mundo. Aquellos que abrazan el evangelio del dolor, se someten a una transformación grotesca, sus cuerpos y almas distorsionados hasta alcanzar una santidad maldita. Se convierten en los elegidos, en santos de la oscuridad, cuyas existencias se entrelazan inextricablemente con los abismos de lo insondable.

      Pero los que osan rechazar esta fe blasfema, los que se atreven a negar los rituales de tortura y a evadir el abrazo sanguinario de la divinidad retorcida, están destinados a enfrentar un destino espantoso y desgarrador. Sus cuerpos se convierten en receptáculos de pesares inimaginables, consumidos por dolores que desafían toda comprensión humana. Atormentados por visiones abominables y asediados por la presencia implacable de los seres de las tinieblas, su existencia se convierte en un abismo de angustia sin fin.

     Y cuando la séptima boca de aquella abominación primordial que emana de los abismos más lóbregos entone la funesta canción del fin, el horror alcanzará su clímax. Desde las profundidades del vacío estelar, las fauces infernales se abrirán de par en par, liberando una marea de sufrimiento indescriptible. El cosmos mismo resonará con la agonía, y aquellos que rechazaron el evangelio del dolor serán arrastrados a los abismos insondables, donde su sufrimiento se multiplicará hasta límites inimaginables. En esos abismos, envueltos en una penumbra eterna, las almas despojadas de esperanza se convierten en juguetes torturados de las entidades impías. Sus gritos desgarradores se mezclarán con las risas estridentes de los dioses oscuros, formando una sinfonía discordante que atraviesa el tejido del universo y resuena en cada rincón del tiempo y el espacio. Serán condenados a una eternidad de agonía, donde la muerte se convierte en una mera ilusión y el tormento se perpetúa sin descanso.