Ecce Homo

 ECCE HOMO

POR RICARDO MEYER


“Los sueños son el espíritu de la realidad con las formas de la mentira”.

Gustavo Adolfo Bécquer




Fue en el preciso instante en que el filo del rifle apuntaba directamente hacia mí cuando la ilusión de Cristo se desmoronó. Él, furioso, me arrojó al suelo y procedió a interrogarme con una vehemencia casi amenazante. Mis respuestas eran simples verdades, pero su inquisición se volvía más aguda con cada palabra pronunciada. Me forzaron a levantarme, aunque mi cuerpo protestara, sugiriendo que preferiría ser llevado en brazos hasta mi madre. Sin embargo, insistieron en que cargara con el peso de mi propia cruz, una carga formada por las transgresiones de mis fantasías y sueños de amor.

Al llegar a casa, mi madre me recibió con total desconcierto, incapaz de comprender lo sucedido, como debía ser. Pero aquel día, cuando la mirada de Cristo se cruzó con la mía y se burló de mis creencias, cuando me hizo creer que mi existencia había sido guiada hacia una comprensión única del mundo, me di cuenta de la cruel ironía. Entre todos sus supuestos hermanos, yo creía ser el elegido, el más especial. Sin embargo, descubrí que la especialidad, en pleno siglo XXI, equivalía a ser tildado de retrasado mental.

En ese momento, la macabra broma surgió de los labios del vástago de un ser omnipotente, pero ciego y torpe, un dios que no podíamos culpar por las atrocidades del mundo, pues sería como culpar a un insensato por alguna estupidez. Dios, en su torpeza, ceguera e idiotez, me había creado a su imagen y semejanza, al igual que a muchos otros, pero no a todos. No todos son hijos de Azathoth.