Fragmento V: La pluma blasfema

     En los arcanos tomos de los jardines de los senderos que se bifurcan, susurran los sabios escribas y los ancianos decrépitos de los tiempos de Salomón y sus concubinas, que la pluma blasfema duerme sepultada en los oráculos de la Antigua Anatolia. Sus secretos, tan arcanos como insondables, constituyen un mal que acecha a todos los seres y, de alguna manera, siempre logra resurgir. En esta era contemporánea, solo se recuerda a una figura de origen y procedencia dudosa, cuyos rasgos evocan a aquellos seres de piel oscura de épocas inmemoriales. Esta figura, al igual que la pluma, está muerta, pero en vida, sus sueños se convierten en rodajas de veneno para aquellos conocedores del secreto de Amn Ho. ¡Oh, pero que Dios tenga piedad de mí sí estoy pecando al escribir esto! Creo que es un instinto natural aferrarse a algo en tiempos de crisis moral.

    La pluma blasfema, que casi despierta de su sepulcro, trazó mi nombre con tinta obsidiana del Hombre Negro y borró mi nombre del Libro de la Vida. El sabio sabrá ignorar estas palabras, el intrépido las interpretará, y el más insensato de todos los hombres encontrará su liberación.