Monteverde 1973 (borrador 2023)

Mis pensamientos, aunque precarios y oscuros, se precipitan hacia lo desconocido mientras reviso los apuntes de Bertoldo concernientes al ritual de Chiloé. En efecto, aquellos antiguos marineros, los griegos y quienes escudriñaron los misterios de Atlantis, compartieron un entendimiento que se esconde en las sombras. Incluso el Maestro de Maestros, Jesucristo, al ser el Hijo de Dios, con mayor razón dominó este conocimiento.

No malinterpreten lo que afirmo, no se trata de herejía. Es necesario emplear conceptos elusivos, pues el misterio que enfrentamos no puede ser expresado con palabras comunes. Charles Darwin, en su perspicaz revelación, nos enseñó que procedemos del mar, que todo proviene del mar y que, al final, todo retornará al mar. Sin embargo, el poder que buscamos emular no emana del "mar" ni del "agua", sino del propio planeta Tierra, que, en su esencia, no es tierra en absoluto, sino agua.

En el océano, el agua actúa como un conductor que alberga un conocimiento ancestral y un poder que se escapan a nuestra comprensión. Este vínculo no solo nos conecta con todas las épocas y seres, sino que también constituye el origen mismo de la existencia. Es por ello por lo que, al contemplar el mar, uno puede sentir que está en diálogo con él y esto llega a ser casi un intento de suicidio. Esto no es demencia, sino una percepción de la esencia del cosmos. El agua, un canal de energía, es portadora de pensamientos de innumerables épocas y seres. No soy un hereje; sigo creyendo en la Santísima Trinidad y en el Dios de este planeta, cuyas raíces se sumergen en lo más profundo de su núcleo.

Jesucristo, siendo el Rey de Reyes, poseía dones primordiales, comprensibles si consideramos su vínculo con la esencia cósmica de este mundo. No podemos igualarnos a él, incluso si desentrañamos los misterios del mar, porque el mar, siendo una manifestación de ese poder cósmico, nos sobrepasa.

El miedo se apodera de la humanidad al observar cómo los polos se derriten y el mar reclama su dominio. En la tierra firme, carecemos de esa "magia" debido a nuestra soberbia, pero el día en que este planeta vuelva a ser puramente agua, será igual a los demás mundos cósmicos, con sus secretos insondables.

Los atlantes, en su arrogancia, intentaron dominar este poder, lo cual los condujo a la extinción. A lo largo de la historia, numerosos individuos han vislumbrado el misterio del mar. Ahora, comprendo por qué Bertoldo simpatizó con el Tercer Reich y la Orden Esotérica de Dagón. Este planeta es, en su esencia, un océano y, eventualmente, recuperará su identidad primordial. Dios Todopoderoso, a quien apenas comprendemos, seguirá siendo nuestro Creador y Amo de este mundo, pero hallará satisfacción en esta transformación. Dios purificó la tierra una vez con el Diluvio, haciendo el pacto del arcoíris, pero mi fe sugiere que quizás necesitaremos otro Diluvio. Esta vez, el Homo Sapiens no hallará redención en las aguas que purificarán un mundo corrompido.

7 de noviembre de 1973, Monteverde, Chile.