EL ÁRBOL
POR
RICARDO MEYER
Dedicado a mi madre
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No sé ni recuerdo cómo o
donde nací, pero sé que fue para no Morir. El mundo era pequeño, pero había una
gigantesca muralla que nos separaba de Marte, de donde mi madre trataba de
alejarme siempre que podía. Sin embargo, había algo en mí que me hacía sentir
que yo pertenecía ahí, aunque mi familia dijese lo contrario.
Poco a poco fui creciendo y mi cráneo y cabello parecían vegetales como el broccoli y así mismo con todos mis órganos. Esto no le agradó a los terrícolas, quienes introdujeron sustancias en mi para inhibir la clorofila y así ser blanco como ellos y no verde como marciano.
Un día me cansé y dejé de hacerles caso, mi cerebro se elevó tanto y se hinchó como un tomate para finalmente explotar y dejar a todos manchados con jugo vegetal.
Lo único que me apena es mi madre, porque muchos pasaron por mi Vida, pero mi madre siempre estuvo ahí, para las buenas y para las malas, y ahora luego de que mi cerebro explotó, ella sigue aquí, a mi lado, esperando que los terrícolas puedan reconstruirlo, pero no pueden. Igual yo siempre estaré contigo mamá, porque no hay fin en los tiempos, y cuando recibas la pulsión de Tánatos podremos navegar juntos por el cosmos y nadie nos juzgará por ser marcianos.