Canto VIII, Liber Veneris
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No nací, porque no puedo medir el tiempo, y la fecha de muerte atribuida a mi Vida es lo que los que sí pueden percibirlo le otorgaron, pues mi gente es infinita, sin un comienzo ni final, mas aprendí a disimular, estudié sus creencias, comportamiento y cuando me resultaron inútiles, le di fin al yugo carnal que me fue impuesto en Tíndalos.
Luego de que el Emperador me castigara por mis fallas, fui enviado a este lugar, sin más opción que resignarme a convivir entre los humanos. Noté que muchos de ellos no comprendían el misterio de las estrellas, pero yo sí, noté que no comprendían el misterio de la Vida y la Muerte, pero yo sí, sin embargo, fue estando en Anatolia cuando me fue revelada mi verdadera naturaleza como yithiano, porque toda esa vida la viví creyendo que mi nombre era Reccaredus Anatolius Magnus, pero la Muerte me liberó y he vuelto con los míos, por siempre y para siempre, porque no hay fin en los Tiempos. En Anatolia pude contemplar el mensaje de Venus y sus tierras, pude contemplar la belleza del coral y de lo ctónico. Sin embargo, cuando volví a Múnich y comencé a escribir mi Liber Veneris, recordé el Misterio de la Vida, sabía que, si me encontraban algún día y mi cuerpo era quemado en la hoguera como Galileo o Giordano, no podría regresar con todas mis facultades a Las Tierras del Sueño. He vivido una vida cuyos registros son meramente manoseados por gentes supersticiosas, ya que, la verdad, carezco de relevancia alguna para los de mi raza. Incluso aquí, en La Biblioteca de Pnakotus, apenas se hace mención alguna a mi obra. Sin embargo, aun puedo ver aquel momento en que la escribí, privado de suerte y en ayuno de alabanzas; y, a la vez, puedo ver como la soga me cortó la respiración para finalmente retornar a lo que Reccaredus Magnus buscó incorrectamente, a aquel que El Exiliado de Tíndalos conoce como Ab-T'bohugha, retonando a ser Uno y Todo con el Cosmos y cumpliendo mi sentencia en un mundo donde. ¡Piadosos los dioses que, queriendo darles una segunda oportunidad, tomaron a un niño y lo llevaron de vuelta al Edén, les enseñaron los Misterios de la Vida y, al regresarlo, lo martirizaron vilmente! Pues, en vida como Reccaredus Magnus, vi cómo se cometían atrocidades, por parte de los Reyes y Sacerdotes, a todo aquel que rechazaba la fe del hijo de aquel que no debe ser nombrado, como sabía que harían conmigo si descubrían que escribí el Liber Veneris, en adoración a la hermosa Magna Mater y a sus misterios. El libro fue llevado al Nuevo Mundo, a los rincones más oscuros de la tierra, donde germinó, prosperó y se enseñó en secreto, para el que tenga oídos para oír y voz para callar, para aquellos que anhelaban el Amor que, en palabras del único humano que, sin ser de los nuestros, entendía el Amor, aquel maestro nacido en Vinci, Italia: te convierten en tu propio Bodhisattva.