Çatalhöyük (poema)

 ÇATALHÖYÜK

RICARDO MEYER

El amor que por vos siento,
Es una aberración proveniente,
De los abismos más oscuros,
Un hijo bastardo de Narciso y la Santa Virgen.


No entiendes los misterios del Satán, ni de Serapis,
Esa inocencia altiva y disonante, me somete a tu culto,
Y es ahí donde descubro el misticismo de tu belleza eleusina,
Y tus cuervos, dispersos, me hacen adorarte a los pies de mi propio calvario.


Mis ojos son la vita carnis de Lumiel,
Y se adhieren como gusanos al opio y a la absenta,
Y aún con todo eso, no me provocan lo que tú,
Ya que al solo palpar tu boca y ungirme en ti, ¡O, diosa y amante!
Tu ponzoña corroe las plagas de mis recovecos abisales,
Esos planos oscuros que solo tu logras humedecer.


Pierdo lo que los profanos llaman hombría,
Me hundo en una desesperación menguante,
Y las rameras de Anatolia, con sus voluptuosos muslos,
Ya no me brindan satisfacción, ni deleite luego de haberme bautizado,
Con el secreto primigenio que escondes de los profanos en nuestro Edén.


Te amo y esa es mi transgresión más noble,
Soy un forastero en tu santo cuerpo,
La conjunción de los cuerpos celestes no es tan majestuosa,
Como el secreto de nuestra pasión, ominosa y prohibida.


Abadesa Santísima y Triformis, dueña de mi Voluntad
Bésame con tu indulgencia y falsedad,
Tan típica de las diosas como tú, que el tiempo aniquiló,
Y tan diferente a los de Él.