POR RICARDO MEYER
“Los hombres generosos y valientes viven mejor y rara vez sufren; pero el cobarde lo teme todo”.
Proverbio vikingo
* * *
Observo mi mano, o lo que alguna vez fue y nunca será de nuevo, completamente corroída y desgarrada, exhibiendo las fibras y los cefalópodos que se adhirieron con su venenoso aliento marino. Rememoro los viajes, tantos océanos cruzados, y sin embargo, he llegado a esta prisión.
Mi pensamiento se dirige hacia él, hacia Odín, el Patriarca de los Aesir. Soñaba con alcanzar el Valhalla, como cualquier guerrero, pero ahora yago derrotado aquí. Incluso en esta condena eterna, me descubro como un indigno receptor del respeto de Odín. En lugar de luchar con todas mis fuerzas para liberarme de esta cárcel infernal, me sumerjo en mi miseria, mi autocompasión, mi lamento, y me convierto en un ser desgraciado y melancólico. Carezco de la fuerza de voluntad, y sobre todo, no soy merecedor de entrar al Valhalla ni de recibir la bendición de Odín.