EL SEMBRADOR
RICARDO MEYER
El sembrador, que no es otro que el Gran Dios Pan,
Esparce sus semillas de vid por los campos de las vírgenes,
De ellas brotan los frutos del placer y el goce de los marchitados,
Dioniso, se impacienta por poder beber de la leche y la sangre,
Y mientras el huerto de las jovencitas sigue madurando,
La noticia de la orgía se esparce por toda la península.
Congregando a las dríades, brujas y harpías,
Para fornicar con los sátiros y los malditos,
En una festividad única cuyo objetivo,
Es purificar lo que siempre estuvo corrompido,
Que las mentiras de Roma no llegan a mi corazón profano,
Pues a mí no me amantó Capitolina, sino una mujer libertina,
Inauguro la cosecha del dios besando a una puta,
Y alcanzo un orgasmo apoteósico que nunca tuve ni volveré a tener.
Cuando Eosforo se anuncia, las ninfas abandonan el lecho,
En el cual follamos sin distinguir a los pares,
Dejando un pozo de humedad, recuerdo de nuestro deleite,
Me hundo en él, lo palpo con mis estigmas y lo huelo,
Para finalmente, ungirlo en mis ojos, para así ser mi propio Cristo,
Dioniso se encuentra totalmente defenestrado,
Mas para él no es un martirio, sino un gusto,
Lo miro con los ojos de un príncipe bohemio,
Y me susurra al oído con su voz tan dulce:
“La siguiente será Babilonia”.