Fragmento VI: Los Oscuros

     Y cuando las puertas del Inframundo se abrieron para mi goce y deleite, vi como eran golpeados por la guardia real de Kꞌuꞌukꞌul Kaan los oscuros y negros que, en las ruinas de los k’nyanitas, estaban condenados a dedicarse a picar piedra constantemente, piedras con las que seguramente serían lapidados por sus transgresiones en nombre del falso dios selino. El Gran Señor del Abismo me mostró la Verdad y los ángeles descarnados de la noche, antaño un peligro, ahora eran guiados por las líneas de un báculo del cual colgaba la efigie de plata que me había heredado uno de los tantos hijos de aquel que no debe ser nombrado, aquel que yo consideraba el más grande, pero como toda verdad, es relativa, y por ende, una mentira.