Historia del Liber Veneris

           El Liber Veneris fue escrito por el polímata y ocultista alemán Reccaredus Anatolius Magnus entre los años 1534 y 1535, previamente al abandono de su servicio a Carlos I de España y poco antes de su suicidio. El libro es un poemario de 33 cantos y 4 sonetos que, tras ser revisado por el Inquisidor de Múnich, fue inmediatamente confiscado, dándose por desaparecido durante años. 

Sin embargo, en el 1886, fueron publicados en inglés los sonetos, apareciendo en diferentes números de la revista teosófica “The Path”, para, finalmente, publicarse de manera íntegra bajo el título de “OCCULTA COGITATONIUM LIBER también llamado LIBER VENERIS por los sabios arios de Anatolia”, por obra de la editorial británica Khonsu Press, que se haría responsable de distribuirlo de forma masiva entre los diferentes grupos teosóficos. Sin embargo, la editorial quebró pasada la Primera Guerra Mundial y el interés de la gente por el Occulta Cogitatonium Liber cayó en picado, ya que, a ojos de muchos, no era más que un puñado de cantos y sonetos que ya habían sido publicados arbitrariamente en revistas teosóficas. Sin embargo, quienes sí lo compraron comenzaron a llevar una vida extravagante, fantaseando a menudo con aquello que podía existir bajo la tierra, lo cual motivó a muchos lectores incautos a entrar a la Sociedad Teosófica, con la intención de indagar más sobre Shamballah, Agartha y otros reinos subterráneos perdidos. Debido a esto, se consideró por largo tiempo que esta obra había sido una bien planificada estrategia de marketing de ciertos líderes de culto, ya que no se conocía existencia alguna de aquel supuesto Liber Veneris en el que teóricamente se basaba.

Todo el debate en torno al libro dio un vuelco cuando, en 1935, un ejemplar escrito en alemán flandés y traducido posteriormente por el mismo al español, bajo el título de “Occulta Cogitatonium Liber”, fue donado a la Universidad Austral de Chile por parte de Bertoldo Phillipi,  pues los Phillipi guardaban lazos con la Sociedad Teosófica y con grupos antroposóficos medicinales de Nueva Baviera. Actualmente, es difícil encontrar copias, debido al papel barato en el que fueron impresas y a que muchas, dada su mala conservación, acabaron en la basura. No obstante, sí resulta relativamente sencillo dar con algún que otro supuesto canto en Internet, particularmente en sitios dedicados a teorías de la conspiración. Se ha rumoreado que estos sonetos tienden a causar histeria colectiva por el hecho de que, quienes lo leen, comienzan a tener sueños perturbadores que suelen dar paso a un delirium tremens, debido al cual suelen quitarse la vida, creyendo así poder llegar a reinos subterráneos como K’nyan o Agartha, dependiendo de la versión que estén leyendo. De hecho, los poemas hacen constante alusión al Inframundo, a dioses como la Magna Mater o Dis Pater y a hechiceros malévolos como los goêtes. 

La tradición cuenta que el autor se quitó la vida tras enterarse de que se había emitido la orden de arresto contra él, dejando como único testamento una nota que contenía un fragmento alusivo al Canto IV, en el que afirmaba que se entregaba por completo a Venus, a quien decía haber visto en su peregrinaje a Anatolia, donde pasó ocho meses realizando ayunos e invocaciones. Se habla también de una edición italiana, que comenzó a circular mucho antes de la edición de la Sociedad Teosófica. No se sabe demasiado sobre esta, más allá de que quizás sea la única que le concede un nombre al autor; aun así, muchos eruditos aseguran que este no puede ser su verdadero nombre, siendo, tal vez, alguna clase de errata o atribución errónea. 

La autenticidad de las diferentes copias permanece en duda, siendo la única versión que goza de una cierta aceptación aquella que se encuentra en la Universidad Austral de Chile, a la cual pocos han podido acceder. Entre los requisitos para consultarla se encontraría la necesidad de ser miembro de la Facultad de Historia y Antropología, así como la tenencia de ciertas concesiones particulares. Según se dictó en 1945, es obligatorio obtener un permiso especial de la familia Philippi o de los Braun-Menendez para leerlo, lo cual ha acabado por convertirse en un importante obstáculo para todo aquel que se mostrase interesado por el tema. Esta dificultad ha llevado a la gran mayoría de la comunidad académica a dejar de lado toda vía de investigación tocante al Liber Veneris, llevando a que acabase por considerarse poco más que un mito urbano, cuyo objetivo sería atraer la atención sobre la Universidad. Por lo demás, reputados psicólogos, entre ellos el doctor Álvarez Mencía, han teorizado que, quienes leen las diferentes ediciones que rondan por Internet, ya se predisponen a padecer los síntomas del cuadro psiquiátrico descrito previamente, lo cual convertiría esto en poco más que un caso de mera autosugestión.