Los Nombres Muertos

 LOS NOMBRES MUERTOS
POR RICARDO MEYER



 ”Y resulta claro, en el caso de la primera mujer, que tenía poca fe; pues cuando la serpiente preguntó por qué no comían de todos los árboles del Paraíso, ella respondió: de todos los árboles, no sea que por casualidad muramos. Con lo cual mostró que dudaba, y que tenía poca fe en la palabra de Dios. Y todo ello queda indicado por la etimología de la palabra; pues Femina proviene de Fe y Minus, ya que es muy débil para mantener y conservar la fe”.


* * *


     El único sonido que atestigua la desolación de mi alcoba es el compás del reloj ancestral de mi progenitor. El lecho, impregnado de humores y plagas provenientes de las tierras de Arabia, se entremezcla con la fetidez de los tomos arcanos y pestilentes que, hace ya quinientos años, deberían haber sido consumidos por las llamas purificadoras. No obstante, ahí yacen, en mi estantería, en mi tumba. Mientras el péndulo del reloj ancestral continúa su marcha inexorable, la desesperación me embarga, aunque siempre he morado en la desesperanza. Pues, por más que contemple aquel reloj, desconozco la jornada que transcurre, ignoro si la luz del día ilumina mi morada y tampoco tengo certeza si la hora que marca es la Verdad. De igual modo, me planteo la duda de si respiro en la vida o me halló absuelto de mis transgresiones en este averno, rodeado de los volúmenes malditos que murmuran nombres, nombres muertos.


     Medito sobre los variados semblantes que creo haber divisado a lo largo de mi existencia, ya sea ayer, antier o en un siglo olvidado. No tienen presencia, mi Existencia se ha desvanecido ante el paso del Tiempo. Los tomos, despiden un tufo pestilente y uno de ellos me susurra un nombre: "Mammon".

"The Groom" por Clive Barker


     Cuando el sueño se presenta y él deposita su beso sobre mí, experimento una leve melancolía al saber que he de reposar en aquel lecho que, de manera irónica, emula un sarcófago; ¿qué mejor modo de recibir el ósculo de Hypnos? Sin embargo, es en Sueño donde las tinieblas, las telarañas y el polvo de las repisas son suplantados por aquellas Tierras Esmeraldas, resplandecientes y eternas. En este paraíso, los nombres dejan de ser nombres muertos para convertirse en mis únicos amigos.

     Surco interminablemente las Tierras de Venus y me deleito con la compañía de Sueño, a quien ahora vislumbro como un par, en compañía de toda suerte de seres que, a semejanza de mí, les fue arrebatado el Tiempo. Hécate sonríe y nos sirve una variopinta amalgama de elixires. Y cuando menos lo espero, retorno a mi funesta realidad en la vigilia.


     El reloj del abuelo persiste como el único sonido que colma mi pútrida estancia. No fue sino hasta que me aventuré a hojear uno de esos volúmenes, específicamente aquel que me provocaba repulsión, no vergüenza, sino repulsión en cada uno de sus caracteres. Cada letra de cada página suscita en mí abominables náuseas, ni siquiera había abierto sus páginas. Al hacerlo, al azar, en una página en particular, mis ojos captaron las siguientes líneas, y en ese instante, el reloj ancestral de mi abuelo recobró su papel como el único sonido que colmaba mi pútrida estancia. Y dije, citando al temido y respetado Emperador Inmortal:

     La vanidad es un grillete. La vanidad impide desplegar las alas de la gloria. Todas las riquezas por las que compitieron Horus y Set, todas las tierras del mundo que osaron disputarse, todo aquello perdió cualquier valor para mí. Todo es fruto adulterino de la Tierra, todo es una impureza nacida de otra impureza. La bilis de Apep se derrama sobre aquello que el hombre valora y lo condena a la no-existencia.

No hay cosa más nauseabunda que la vanidad.